Keilor Rojas (Científico en Jefe, Ministerio de Ciencia y Tecnología)
De los casi 96.000 niños que entraron al primer grado de escuela en 1999, solamente 31.500 alcanzaron graduarse de undécimo año en el 2009. Los datos del Ministerio de Educación sobre esta cohorte de jóvenes y otras anteriores, indican que el porcentaje de jóvenes que se gradúan después de su proceso escolar y colegial es aproximadamente de un 32%. Esta situación es crítica.
Estimaciones del tercer informe Estado de la Educación revelan que en los últimos años ha habido una mejora en los porcentajes de retención de estudiantes en las aulas. Sin embargo, estos aumentos no necesariamente compensan la tasa de disminución anual en la matrícula de escolares, producto del decrecimiento propio de la población costarricense. Es decir, los números absolutos constituyen otra señal de alarma.
Según dicho informe, solamente un 25,8% de los jóvenes entre 18-24 años están matriculados en la universidad, cuando lo recomendado y observado en los países desarrollados de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) son porcentajes de matrícula superiores al 70%.
Es preocupante, además, que de los 33.796 graduados de las universidades costarricenses en el 2009, un 14% lo hicieron en carreras relacionadas con ciencias o ingenierías, cuando lo observado en economías basadas en conocimiento son porcentajes superiores al 30%. Asimismo, inquieta que solamente un 1% de los profesionales obtuvo la maestría en esas áreas y un 0.1% el doctorado, evidenciando la escasa producción de científicos y tecnólogos de alto nivel.
El número de graduados por sector revela que, por cada científico que se gradúa en Costa Rica se están produciendo 3 comunicadores, 5 sicólogos y 7 abogados. Aún más desconcertante es ver las situaciones extremas: en el 2009 se graduaron únicamente 4 profesionales en matemática en relación con los 7.563 titulados en administración.
Sin demérito de las carreras mencionadas, es clara la desproporcionalidad en la producción de graduados universitarios, así como la falta de respuesta del sistema educativo, incluyendo las instituciones de educación superior públicas y privadas, a la demanda de los profesionales requeridos por el país.
Esta carencia en la disponibilidad de científicos e ingenieros, tanto en cantidad como en perfiles de alto nivel, representa una seria amenaza para el desempeño y crecimiento del sector productivo, para la atracción de inversión extranjera de vanguardia así como para las actividades de docencia, investigación y extensión del propio sector académico.
Soluciones prácticas. Convendría reflexionar y plantear algunas soluciones prácticas que no necesariamente involucran grandes cambios presupuestarios. Entre estas podrían incluirse las siguientes:
* Fortalecer los programas de orientación vocacional temprana, tanto en el sistema formal como en el informal.
* Eliminar las asimetrías de información mediante la provisión de información clara y precisa de la demanda del mercado laboral y las expectativas reales de éxito profesional y económico de las diferentes carreras.
* Redefinir el número de cupos para las diferentes carreras aumentando la proporción en ciencias e ingenierías.
* Favorecer a los estudiantes que optan por estas carreras mediante becas u otros esquemas de estímulos.
* Otorgar un mayor reconocimiento social al quehacer científico-tecnológico.
Como país, durante los próximos años, debemos continuar con los esfuerzos para al menos duplicar el porcentaje de jóvenes graduados de la educación secundaria diversificada, duplicar la cantidad total de jóvenes matriculados en las universidades, lograr que al menos un 25% de los graduados sea en carreras científico-tecnológicas con una mayor proporción de másteres y doctores.
Paralelamente, será fundamental mejorar la calidad de los contenidos curriculares fortaleciendo tempranamente las capacidades de pensamiento lógico-matemáticas, la capacidad de redacción de documentos y el dominio de idiomas. Esto para responder adecuadamente a las demandas de personal que requiere el sector productivo y para poder incursionar en empleos de mayor calidad y reconocimiento.
El reto es gigantesco pero debemos asumirlo cuanto antes. De la renovación y mejora en la educación depende nuestro crecimiento como país.
*Artículo se publicó en el periódico La Nación (9 mayo 2011)
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