* ¿Hacia quién debe dirigirse la política pública de apoyo empresarial?
Keilor Rojas Asesor Científico, Ministerio de Ciencia y Tecnología
Hace poco más de 100 años el ingeniero y economista italiano Vilfredo Pareto observó que la gente en la sociedad de aquel momento se dividía naturalmente en dos categorías: los pocos con mucho y los muchos con poco, donde aproximadamente un 20% de la población ostentaba el 80% de la abundancia económica, mientras que el otro 80% de la población se repartía el 20% de la riqueza restante.
Este fenómeno de distribución-abundancia es todavía vigente e incluso se ha documentado en una serie de sistemas de diferente naturaleza. Por ejemplo, se ha determinado que un 20% de los clientes de las empresas representan un 80% de la facturación, que un 20% de los números telefónicos reciben un 80% de las llamadas, que el grueso del tráfico de Internet circula por pocas páginas web, que la mayoría de la población de los países se concentra en pocas ciudades, entre otros casos. Esta tendencia natural a mantener ciertas asimetrías en las proporciones es conocida como el Principio de Pareto o la Ley del 80/20.
Exportaciones. Pareciera que el sistema exportador costarricense también cumple con esta regla. Según datos del censo exportador realizado por Procomer en el 2010 y el cual consideró a 2355 empresas exportadoras, se determinó que el 19% de las empresas exportadoras de este país son grandes (de más de 100 empleados) y el 81% restante caen en el ámbito de ser micro-, pequeñas o medianas (Mipymes).
Se ha visto que ese 19% contribuye con un 79% de los 354 745 empleos que genera el sector y con cerca del 85% del valor exportado, mientras que las Mipymes tienen un menor aporte en términos de empleo y generación de divisas.
Estos datos, sin duda, son muy reveladores y deben ser manejados con mucha cautela debido a sus potenciales implicaciones estratégicas e incluso filosóficas. ¿Hacia quién debe dirigirse la política pública de apoyo empresarial: a los pocos con mucho o a los muchos con poco?
Brechas. Antes de aventurarse a responder esa pregunta, es necesario analizar algunas consideraciones. Primero, que la brecha externa de las capacidades tecnológicas y productivas de las empresas nacionales respecto a la frontera internacional se están ampliando, es decir, cada vez es más pequeño el porcentaje de grandes empresas locales con capacidad de competir eficientemente en los mercados internacionales. En segundo lugar, también existe una brecha interna en las capacidades productivas entre los sectores, al interior de los sectores y entre las empresas.
Las Mipymes tienen una importancia que no puede ser descuidada por su trascendental aporte en términos de empleo formal y podría decirse que de alguna manera constituyen el espíritu de la organización socioeconómica del país.
Para superar la heterogeneidad de las Mipymes y aumentar su competitividad, los países desarrollados disponen de una serie de esquemas de apoyo que incluyen subsidios para los servicios de desarrollo empresarial y financiamiento para promocionar aumentos en las ventas, producción y productividad, exportación, creación de empleos, así como para la vinculación y encadenamiento con los actores que no experimentan las limitaciones de escala. Ante esto, es claro que los esquemas existentes en el país son insuficientes.
Por otro lado, es importante tener grandes empresas tecnológicas de punta que le permitan al país posicionarse en sectores estratégicos, atraer inversión extrajera directa, adquirir conocimientos y tecnologías que se difunden en el interior, que forman profesionales de alto nivel y que también propician encadenamientos con otras empresas más pequeñas del mercado doméstico.
Incentivos. Los esquemas internacionales de apoyo a las grandes empresas, que en Costa Rica son casi inexistentes, están orientados a fomentar la innovación a través de la investigación y el desarrollo (I+D). Estos pueden ser mediante incentivos directos como los fondos concursables no reembolsables o mediante incentivos indirectos como las deducciones fiscales de una parte del gasto realizado en I+D.
La experiencia internacional indica que existe una correlación positiva entre el nivel de incentivos fiscales y la proporción del aporte del sector privado en I+D. En los países de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico, donde existen estos incentivos, la inversión del sector privado en I+D alcanza en promedio un 1,65% del PIB y en países como Singapur, Finlandia, Corea del Sur o Estados Unidos representa más de un 70% de la inversión total.
En conclusión, pareciera que las políticas públicas deben apoyar tanto a los muchos como a los pocos, atendiendo sus necesidades estratégicas respectivas: esquemas innovadores para fortalecer las Mipymes e incentivos a la I+D en empresas de alto desempeño. Otros países las han implementado y lograron reducir las asimetrías de Pareto.
¿Será que nosotros podremos hacerlo?
*Artículo publicado en el periódico La Nación (28 de marzo 2011)
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